Júpiter

En un cielo lleno de estrellas me refugié.

Me refugié para mirar desde allí y encontrar aquel amor, ese amor que un día se fué.

El cielo fué mi guarida, mi lugar, mi esperanza, pero el amor no estaba allí…

En un cielo lleno de estrellas te busqué; te busqué pero no te hallé. Te llamé y nadie respondió.

Todas las estrellas resultaban ser penosamente iguales; ninguna era la que yo buscaba.

En un mar lleno de estrellas te amparaste.

Te amparaste para respirar en paz, para ser acariciado por las violentas olas sin rumbo.

El mar era tu casa, tu cobijo, tu placer; el nido de todos tus encantos.

En un mar lleno de estrellas quise buscarte.

Quise buscarte pero no te hallé. La embravecida marea insistió en no dejarme pasar, y era todo tan azul… tan azul que no alcancé a ver nada.

Y así, con mi espalda cargada de angustia y mi brillo opacado por tanta desilusión, me fuí a mi casa.

Recorrí el cielo entero buscándote pero no te encontré…

Desconsolada, me senté en una nube y lloré. Lloré tanto que caí del cielo; caí del cielo hasta el mar.

Y allí… allí donde mi agua se junta con tu agua, te encontré. Allí… en esa agua tan azul, tan azul como el cielo.

Estuvimos siempre tan cerca! Siempre estuve aquí, pero el cielo es tan azul que nadie me ve.

Siempre estuviste allí, pero el mar es tan azul que no te encontré.

Estuvimos siempre cerca, corriendo por esa misma agua que baja para luego volver a subir. Y así un día mi pena me llevó a tu casa.

Mi hogar está muy alto, aquí en mi cielo; tu lugar está en lo profundo, allá en tu mar… pero en esas noches oscuras donde el cielo no es azul, sino negro, yo brillo más que todas.

Brillo más para que me veas.

Brillo más para introducirme en tu mar.

Brillo más para que mi lumbre llegue a reflejarte.

Brillo más para que mis manos de luz puedan acariciarte.

V. Victorio / Mar. 2002